Entre crímenes, vinos y viajes en el tiempo: dos miradas sobre Woody Allen
Un repaso por dos formas de evasión en el cine de Allen, entre el misterio urbano y la magia parisina.
La obra de Woody Allen es un universo cinematográfico en sí mismo, donde los límites entre géneros se difuminan y los personajes siempre parecen estar a punto de entrar en crisis existencial.
A lo largo de su extensa filmografía, ha abordado desde dramas introspectivos hasta comedias ligeras, pasando por homenajes al cine clásico, la literatura y el arte. Manhattan Murder Mystery (1993) y Midnight in Paris (2011), dos películas que, aunque distantes en tono y tiempo, comparten una esencia narrativa que permite pensarlas como “hermanas” cinematográficas. No se trata de forzar similitudes, sino explorar cómo ambos films expresan, desde registros distintos, una misma sensibilidad: la de personajes en fuga —del aburrimiento, de sus parejas, de la rutina— que encuentran sentido en lo extraordinario.
Humor, misterio y nostalgia: ejes que se cruzan
Manhattan y París: Dos ciudades, dos escapes
Las ciudades en el cine de Allen no son simples escenarios: son protagonistas emocionales. Manhattan Murder Mystery se desarrolla en Nueva York, ciudad neurótica, veloz, llena de posibilidades y amenazas cotidianas. Por contraste, Midnight in Paris nos traslada a una capital francesa idealizada, suspendida en el tiempo, donde el pasado cobra vida. Sin embargo, en ambas hay una misma pulsión: la necesidad de que lo real se quiebre para dar paso a lo fabuloso.


En Manhattan Murder Mystery, ese quiebre se da cuando Carol (Diane Keaton) —una mujer curiosa, inquieta y ligeramente insastifecha con la rutina de su matrimonio— comienza a sospechar que su vecino ha asesinado a su esposa. Lo que podría ser solo paranoia marital se convierte en una especie de juego detectivesco. En Midnight in Paris, Gil (Owen Wilson) —un escritor romántico, algo ingenuo y frustrado con su vida actual— se encuentra, cada noche, con los ídolos culturales de su juventud: Hemingway, Fitzgerald, Dalí. París no es solo hermoso, es un portal a otra vida.
Comedia, misterio y fantasía: Allen jugando con los géneros
Si bien las dos películas tienen un tono distinto, ambas usan el humor como base. Midnight in Paris se apoya en la fantasía romántica y en la nostalgia cultural; Manhattan Murder Mystery lo hace desde la comedia de enredos con toques de suspenso.
Este último film mezcla el thriller con la comedia ligera, incluso con tintes de screwball comedy, un subgénero característico del cine estadounidense de los años 30 y 40. Estas comedias se definían por su ritmo rápido, diálogos ingeniosos, enredos absurdos y relaciones románticas llenas de conflicto. Ejemplos clásicos como Bringing Up Baby (1938) o His Girl Friday (1949) funcionan como claros antecedentes del tipo de humor que Allen revisita aquí. En Manhattan Murder Mystery, el enredo se vuelve el motor principal de la acción: lo absurdo de la situación —una pareja burguesa metida en una trama de crimen— genera tanto tensión como risa.
Personajes en crisis: el sello Allen
En ambas películas, los protagonistas encarnan al típico intelectual inseguro, atrapado en una rutina emocional que lo empuja a imaginar otros mundos posibles. En Manhattan Murder Mystery, Larry (Woody Allen) —un editor cínico, ansioso y algo evasivo al entusiasmo ajeno— es el personaje que más resiste el cambio, mientras Carol se deja arrastrar por la aventura. En Midnight in Paris, Gil es quien anhela el pasado, al punto de desconectarse de su presente. La diferencia radica en que uno encuentra la transformación en la experiencia compartida (Larry), y el otro en el viaje interior (Gil).
Las parejas en ambos films también atraviesan tensiones. En el caso de Larry y Carol, la sospecha reaviva una relación apagada. En cambio, Gil descubre en su nostalgia una vía para cuestionar una relación sin futuro. Ambas narrativas muestran que la aventura —sea real o fantástica— funciona como catalizador de cambio emocional y personal.
Terceras personas y revelaciones clave: coincidencias narrativas
Más allá de las similitudes generales, ambas películas comparten dos recursos narrativos muy puntuales que refuerzan su parentesco:
En Manhattan Murder Mystery, la aparición de Ted (Alan Alda) —un viejo amigo de Carol— introduce un nuevo equilibrio en la pareja. Ted es conversador, ocurrente, atento y, a diferencia de Larry, se siente fascinado por la aventura. Carol encuentra en él un aliado emocional que representa todo aquello que su esposo no parece ofrecer.
En Midnight in Paris, la figura equivalente es Paul (Michael Sheen) —un académico pedante pero sofisticado—, cuya erudición y sensibilidad cultural parecen conectar más con la prometida de Gil que con él mismo. Paul representa una versión más "conveniente" del hombre moderno y exitoso que su pareja idealiza.
En ambos casos, estas terceras personas funcionan como catalizadores del conflicto emocional: despiertan deseos dormidos, tensiones reprimidas y provocan una comparación inevitable que empuja a la figura femenina a imaginar otras posibilidades.


Curiosamente, tanto en Manhattan Murder Mystery como en Midnight in Paris, hay una escena que transcurre en una cata, donde las tensiones entre los personajes se hacen evidentes. Pero lo más interesante es que estos eventos actúan como preludio a una revelación clave que modifica el rumbo de la historia:
En Midnight in Paris, tras la cata, Gil se separa del grupo y, se pierde por las calles de París. Es allí, influenciado por la atmósfera y el vino, que encuentra el vehículo que lo transportará mágicamente al pasado.
En Manhattan Murder Mystery, luego de compartir una velada social Carol observa a través de una ventana lo que cree que es la figura de la supuestamente fallecida Sra. House, lo cual refuerza sus sospechas y lleva a la pareja a adentrarse en la parte más intensa y arriesgada de su investigación.
Estos paralelismos no son meras coincidencias: ambos momentos reflejan el instante en que lo extraordinario irrumpe en lo cotidiano, empujando al personaje a un punto de no retorno. El vino y el contexto social funcionan casi como portales simbólicos que los conducen a lo desconocido.
Crítica y debilidades
Si bien Manhattan Murder Mystery funciona muy bien en su tono, su ritmo y su homenaje al cine de misterio clásico, la resolución del conflicto se siente algo apresurada. En particular, el giro de la asistente del Sr. House, que de repente decide volverse en su contra. Su papel parece estar allí principalmente para empujar la historia hacia donde el guion necesita, lo cual, aunque aceptable dentro del código de la comedia ligera, puede resultar forzado para quienes buscan una progresión más orgánica de los personajes. No arruina la experiencia, pero sí deja una leve sensación de arbitrariedad en el tramo final.
Más que películas hermanas en un sentido estricto, Manhattan Murder Mystery y Midnight in Paris pueden pensarse como dos momentos complementarios dentro del mismo universo creativo. Ambas nos muestran que lo extraordinario puede estar a la vuelta de la esquina —en el vecino de enfrente o en una calle parisina al anochecer— y que el escape de lo cotidiano, aunque momentáneo, puede abrir la puerta a una comprensión más profunda de uno mismo.
Allen, con su mezcla de ironía, ternura y escepticismo, nos recuerda que el deseo de vivir otra vida, o una mejor versión de la que ya tenemos, no es una debilidad, sino una pulsión profundamente humana. Y en ese gesto, sus películas nos interpelan, nos hacen reír y, a su manera, nos consuelan.
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